Abrió la puerta de cristal con cuidado, sintiendo el frío vidrio bajo sus manos. No le gustaba mucho el vidrio--la última vez que había estado cerca de él, se había cortado los dedos. La luz del sol inmediatamente golpeó su rostro, obligandola a levantar su mano y cubrirse un poco de los rayos de este. Cuando sus ojos se acostumbraron un poco, se adentró al lugar.
Sonrió. Era un jardín precioso. Todo era verde, y con vida, y todas esas cosas mágicas que se supone tienen los jardines bonitos. Se acercó tranquilamente a un arbusto con flores. Todas eran amarillas, se dio cuenta. Le gustaron mucho, decidió que quería llevarse algunas a su habitación. Se arrodilló, comenzándo a cortar algunas.
Sus ojos se suavizaron...- Es tan fácil, -murmuró.- ...como la vida. Llega alguien, y puede destruir tus raíces, tus hojas, todo lo que representas... -agarró una flor entre sus dedos, con cuidado, y observándola.- Qué frágil llegamos a ser...