Aprendiendo football

Se encontraba mirando fija y curiosamente una pelota blanca con manchas negras. Tan fija era su mirada que daba la impresión de que querría leerle la mente. Hacía bastante tiempo había visto a varios humanos jugar aquel juego y se había decidido aprenderlo, aunque no tenía la mínima idea de como hacerlo.

Extendió la pierna diestra ligeramente, empujando la pelota con suavidad.

- Eh... - Flexionó las rodillas hasta quedar en cuclillas frente al balón, intentando descifrar en nueva cuenta cuales eran las reglas del juego- Pero qué mala memoria...

Estaba vagando por el castillo, como usualmente lo hacía. Vio a lo lejos una puerta la cual no conocía . Empujó la puerta con cuidado. Era una sala de deportes. Había balones por todos lados. Los humanos solían divertirse con eso. Observó una pelota de volleyball: el juego más tonto, para ella. El football combinaba más con su personalidad algo agresiva. Comenzó a buscar a su alrededor. No encontraba ninguna pelota así. Frunció en ceño.

Avanzó más allá y notó la rpesencia de alguien. Estaba en cuchillas, mirando fijamente un balón. Aguantó la risa, y se acercó a él.

- Por más que lo mires, el balón no hablará. - dijo, sonriendo de lado. No solía sonreírle a la gente, pero se encontraba más animada de lo usual. - ¿Intentas aprender football?

Abrió levemente sus ojos verdes al verle ingresar. Sintió su voz zumbarle los oídos y se incorporó rápidamente al notar que aún estaba en aquella posición.

- Sí.. intento. -Admitió haciendo énfasis en la última palabra. - Como soy pequeño en estatura ningún deporte me viene bien.. Siempre hay que saltar y atrapar la pelota con las manos y verdaderamente... yo no llego -Aclaró ruborizándose. - Me viene mejor si tengo que usar los pies... pero olvidé como se jugaba.

Volvió e inclinarse sobre la pelota, para tomarla suavemente con las manos. Entonces, sonrió aún más ampliamente.

- Me llamo Konatsu Di Belial.

Sonrió al ver el rubor en él. Ella a pesar de faltarle tan sólo 4 centímtros para llegar a 1.70, nunca le habían gustado los deportes que tuvieran que ver con saltar... o que la peloeta esté arriba, en el aire.

- Mi nombre es Kasumi Taisho. Gusto en conocerte. - dijo. Se inclinó y tomó la pelota entre sus manos. - ¿Quieres jugar? - le preguntó.

Tardó unos momentos en responder. La cabeza le había comenzado a dar vueltas, algunos índices de su inestabilidad mental. Se concentró en la pelota por unos momentos, para luego carraspear y asentir.

- El gusto es mío... y claro que me gustaría jugar.

Le sonrió de vuelta.

- Ve hacia el arco de allá. - le indicó. - Intenta atrapar la pelota con tus manos, o impedir que entre al arco, ¿de acuerdo? - le dijo. - Y cuidado. Suelo patear muy fuerte la pelota. - sonrió, poniendo su pie sobe la pelota.

Hizo un leve asentimiento con la cabeza, caminando lenta y pensativamente hacia el lugar indicado. Giró hasta la muchacha, fijando sus orbes verdes en la pelota.

- No te preocupes - aseguró -: Lo haré - Se limitó a decir, rehuyendo a la idea de husmear en la mente de la muchacha.

Alzó su pie derecho hacia atrás y pateó la pelota. Quiso tirarla algo más fuerte, pero la carita de angelito de él le impedía ser muy ruda.

De forma automáticamente rápida, casi por acto reflejo, dió un pequeño giro y desvió la pelota de un puñetazo, devolviendola al lugar de donde provino la patada.

- Tira de nuevo - recomendó sin dejar de lado su dulce sonrisa.

- Neee, eres mejor de lo que pensaba. - admitió. - ¿Seguro que no juegas hace tiempo? - preguntó, desconfiada. Volvió a traer el balón ocn sus pies y lo voolvió a golpear, esta vez más fuerte.

Alzó casi sin esfuerzo la pierna diestra, pateando la pelota fuera del área del arco.

- Pues... no. Hace unos miles de años jugué con alguien... creo que era un chino - Volvió a lanzarle suavemente la pelota.

- ¿Miles de años? - preguntó, interesanda, pateando la pelota al arco con algo de desgana. - ¿Eres inmortal? - inquirió, curiosa.

Se encojería de hombros, atrapando la pelota con las manos.

- Pues supongo que sí.. La vida de los seres humanos fue bastante corta... -Alcanzaría a decir antes de tildarse por breves momentos, quedando su mente apagada por segundos.

- Sí. - admitió. - Pero ellos se lo buscaron, ¿no lo crees? - preguntó.

Spoiler:

- Jm.. bueno.. quien mal anda mal acaba. - Diría reaccionando al cabo de unos segundos. - Creí que los vampiros bebían la sangre de los humanos.. de qué te alimentas?

[¡Jo! ¡Entonces le culparé a Konoe! xD]

- Soy... mitad humana y mitad vampiresa. - dijo. - No es que necesite la sangre, es que... me gusta. - dijo, sonriendo y mordiéndose el labio inferior.

Spoiler:

Sonreiría inocentemente ante la respuesta, para luego acercarse a pequeños saltos hacia ella.

- ¿Mi sangre te gustaría?

- No suelo morder a otras especies. - confesó. - Y no, la verdad, no me tienta tu sangre. Hace tiempo que no me tienta la sangre de nadie en específico, desde que los humanos murieron. - comentó.

- ¡Qué bueno! - exclamaría curvando nuevamente sus labios -. Así nadie tiene que salir lastimado... - Sintió su rostro ensombrecerse -.. o muerto..

Arrugó la nariz y suspiró. Otro bipolar, pensó, rodando su ojos. Ella ya estaba acostumbrada a esos repentinos cambios se humor, ella solía experimentarlos.

- Qué bueno... - repitió distraída. - ¿Y no hay nada que contar sobre ti?

- No - respondió de manera casi cortante, cambiando constantemente las expresiones de su rostro a medida que iría leyendo su mente - ¿Y usted?

Arrugó la nariz ante su expresión cortante, y sintió que le leía los pensamientos. ¿Él también lo hacía? Intento leerle la mente, pero era algo difícil, así que lo único que hizo fue bloquear la suya.

- De mí no mucho. - admitió. - Y no me trates de usted, me suena raro. - curvó una sonrisa algo falsa en sus labios.

Había algo en aquel sujeto...

Entornó nuevamente los ojos al descubrir el bloqueo en su mente, aunque no dijo nada. Aquella persona tenía algo raro, y por momentos sentía que su personalidad ya casi le molestaba.

- Como digas, Kasumi - Sonrió de manera típicamente inocente, recobrando la postura.

Se quedó en silencio unos minutos, sin saber qué decir. Miró hacia los lados y suspiró. Finalmente, se sentó en el suelo, esperando que pasara algo.

- ¿Te sientes incómoda? - Preguntó luego de ver detalladamente cada una de las expresiones faciales de la muchacha -. Podemos ir a otro lugar si te apetece.